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miércoles, 27 de febrero de 2013

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El Muro


En ese tiempo tenía 10 años, camiseta sucia y rasgada, short (pantalones cortos) hasta las rodillas y zapatillas de lona. El lugar de batalla era el semi - abandonado terminal ferroviario del Callao, famoso por su tierra roja y piedras redondas ideales para lanzarlas con hondas u horquetas hechas con jebes amarillas que vendían en las tiendas.
No hay otra salida tenemos que saltar, al ver el muro detrás de nosotros era un poco más alto que yo, tenía que lograr saltar con ayuda de alguien o sin él.
Era la única escapatoria. Estábamos rodeados, las piedras nos zumbaban por el oído y rozaban la cabeza. Nos estaban ganando la pelea, era tiempo de huir. Pusimos nuestras hondas en la cabeza y corrimos hacía el muro que estaba detrás de nosotros que daba a la av. Nestor Gambetta.
Casi no tenia esperanzas de lograr subir y ahi estaban los de Corongo City, no podía más que sólo intentar e intentar subirme con mis brazos lastimados por la raspadura con el muro.Yo era el último de los de "Atalaya" no lo podía creer, y lo que es más, vano eran mis intentos de subir y la desesperación iba creciendo conforme a los segundos.

Pero, cuando estaban ellos detrás mio, se escucho una voz que les dijo: ¡ Suéltenlo !
Mire hacía atras, y pude reconocerlo, era mi amigo de barrio su nombre Rafael. (sí, como el ángel).
Él era mayor que todos nosotros (solo por dos años) y por ello lo respetaron. Luego de callar a los de Corongo City, antes de ayudarme a saltar el muro me pregunto por su hermano menor que peleaba junto con nosotros.

Fue una sensación difícil de describir, no sé de donde se apareció en ese momento no lo entendí. Cuando uno es pequeño estos asuntos son de vida o muerte. 
Ya de grande vienen lo recuerdos y uno quiere devolver el favor. Pero como hacerlo si la persona que me salvó no está más. Rafael falleció aun joven de una enfermedad pulmonar. 

Le doy las gracias a Dios, por no poder soltar el muro aquella vez.
¿Sabe por qué? porque a través de aquella situación pude ver la mano de Dios.
Cuando crucé el muro y caminaba por la av. Nestor Gambetta, me sentí alegre, pero empece a sentir lo que es realmente estar agradecido con alguien, algo que nunca de esa manera lo había sentido. Era la primera vez que aprendí a valorar a las personas y ser agradecido.
 Porque cuando uno tiene un plato de comida en la mesa uno no entiende de agradecimientos, estamos acostumbrados a tenerlo, nada más porque tenemos un padre o una madre que nos lo da, uno simplemente amanece con vida, nada más. De seguro ud. que lee este mensaje alguna vez necesito de alguien para poder subir el muro, estuvo pasando momentos de angustias y necesito de una mano para poder salir de la situación, es Dios actuando. Pero cada muro que cruces te tiene que cambiar en algo. Cada situación tiene un aprendizaje que Dios nos da. Muchos queremos saltar el muro, y lo hacemos pero caminando por la avenida o la calle siendo los mismos. 
Año tras año nos volvemos viejos y hay caminos que no podemos seguir sino es tomado de la mano de Dios. Porque aquel hombre que pone su confianza en Dios dice la escritura en el libro de Salmos capitulo 37 versículo 24:


Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, 
Porque Jehová sostiene su mano. 

Me despido y muchas bendiciones.



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