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sábado, 7 de septiembre de 2013

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Desayuno en La Punta

         Era una mañana con sol radiante, todos nos levantamos cansados, sobretodo aquellos que estuvimos de 4 a 8 am. como yo, en un turno de amanecida porque sabíamos que había llegado el día tan ansiado de la baja. Toda la promoción del segundo contingente naval 89" estábamos listos para la noticia que llego a la hora del desayuno.

- ¡Salió la baja promoción!
- ¡Yo vi al comandante firmar, yo lo vi !- exclamaba otro.
¡Somos baja "promo", somos baja!.
          
        Una gran sonrisa se dibujaba en nuestros rostros, ya no eramos los jovencitos de 18 años que con entusiasmo habíamos ingresado al servicio militar obligatorio. Habían pasado dos años de aquellos recuerdos en la Isla San Lorenzo, cuando todo el contingente naval eramos sólo flacos reclutas. Ahora algunos salíamos con el grado de Cabo, otros más relajados como yo salíamos apenas con el grado de marinero. Pero, algunos habían desertado, otros se suicidaron en sus puestos de guardia y algunos estaban arrestados cumpliendo alguna condena militar. Ya no eramos los mismos.
Habían pasado muchas cosas desde aquel 2 de mayo del 89", para mi el futuro era incierto. No sabía de que iba a trabajar, o que iba a empezar a estudiar pero sabíamos muy bien que queríamos salir pronto de La Marina.
            Ese día 2 de mayo de 91" por la mañana habíamos ingresado al comedor y sabíamos que era el último desayuno en La Punta, luego corrimos con las gamelas hacia la cuadra, los demás marineros nos miraban sorprendidos. 
Nosotros les deciamos:

- ¡Consumete calichin, la baja se va!

Ya en la cuadra empezamos a sacar todas nuestras cosas para hacer las maletas, en nuestro caso era hacer las bolsas para ir al Cuartel General del Callao.

- Apúrense - Nos decía el Oficial de Marina.
- ¡El Bus esta por salir! - Nos dijimos unos a otros
Pero el oficial añadio:
- Deben entregar todas las pertenencias que La Marina les otorgó.
No podrán quedarse con nada más, porque les será quitado.

          Todos nos sorprendimos cuando vimos a los "calichines" o marineros de menor antigüedad detrás de nosotros. Todos botábamos las cosas que nos sobraban, y ellos como aves carroñeras recogían todo.
          Esa mañana aparecieron muchas cosas que se habían perdido en la cuadra. Empezamos a "regalar" lo que ya no podíamos llevar.
Y es así como por algo sorprendente empezaron a aparecer cosas prohibidas para los marineros. Algunos tenían tres "quesos" o gorras, otros, camisas y gamelas extras que volvían a sus dueños. Entre botas y walkman, licores y municiones quedaban en manos de quien menos uno pensaba dárselo. Sin darnos cuenta ese día empezamos a dar más de lo que nuestra propia voluntad lo haría. Era una situación singular, cada vez que recuerdo esa imagen en mi mente, de la forma como empezamos a desprendernos de cosas u objetos que habíamos atesorado, algunas de ellas robadas y acariciadas por mucho tiempo en nuestros casilleros se iban tan fácilmente, aunque pareciera "generoso" no lo era porque sabíamos de antemano que no nos íbamos a llevar más que lo que deberíamos entregar. 

Algo cambió después del último desayuno. 
          
         De que valía entonces tener demás, si al final iba a quedar para aquellos que verdaderamente lo necesitaban  en el cuartel.
Nos dimos el abrazo respectivo con todos los que habían sido parte durante nuestra estancia en dicha dependencia naval. 
Quedamos como los generosos, algunos pensaban que algo nos habían puesto en el desayuno por lo que habíamos cambiado de actitud para con ellos. Estando los calichines a nuestro lado sabíamos que nos respetaban sólo porque eramos más antiguos. En La Marina la antigüedad es clase. Lo cual nos daba el derecho de tratarlos como nos trataron a nosotros, de gritarles como nos gritaron a nosotros y de robarles como nos robaron a nosotros.
         
        Ahora era distinto, porque dejabamos el rango, el uniforme y pasabamos a ser unos civiles más de entre la multitud. 
Jóvenes que ibamos a empezar desde cero, dos años de nuestras vidas dejabamos allí. Nos esperaba un país sin esperanza a causa del terrorismo de aquellos años y de la hiperinflación que pasaba el país por las politicas neoliberales del gobierno. Una generación que emigró a otras tierras en busca de oportunidades que escasamente tuvieron en su patria.
         Pero, teníamos el sabor del último desayuno en nuestros labios la cual nos hizo a muchos llorar de emoción. Sabíamos que ese último desayuno tenía un sabor diferente, un sabor que tenemos la opción de volver a probar cada vez que la vida nos lo demande.
      
         Porque Dios nos da la oportunidad de vivirlas, Dios es generoso, no sólo lo parece como nosotros, sino lo es verdaderamente. 
Su palabra dice en el libro de Salmos 37 versículo 23 y 24 versión BLS:

"Cuando a Dios le agrada la conducta de un hombre, lo ayuda a mantenerse firme. Tal vez tenga tropiezos, pero no llegará a fracasar porque Dios le dará su apoyo."

Él nos hace ver las cosas que debemos cambiar. Aunque pase mucho tiempo, y parezcamos generosos ante la gente, sabemos que sólo estaremos firmes si nuestra conducta le agrada a Él y no al hombre. Tenemos la certeza de que no fracasaremos en el intento de cambiar, porque Dios nos da una promesa, la promesa que nos dará su apoyo. 

Me despido de ustedes, y gracias por la espera de este post. Chau y bendiciones.




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